domingo, 3 de diciembre de 2017

¡Feliz Nuevo Año Litúrgico!



   Así como nos emociona la cuenta regresiva esperando el campanazo y el abrazo por la tradicional llegada de un año nuevo, igualmente para los cristianos católicos  el inicio de un nuevo año litúrgico nos invita a revestirnos de esperanza y gozo. 

   Como pueblo de Dios, una vez más nos ponemos en camino para recorrer con fe cada uno de los tiempos del nuevo año litúrgico que debemos comenzar como nos pide el

propio Jesús: “Estén despiertos y vigilantes: pues no saben ustedes cuándo llegará el momento”. (Mc 13, 33-34). Así en cada celebración litúrgica nos acerque y nos ayude a profundizar y compartir  los misterios de nuestra salvación.



  “Nosotros tenemos siempre poco tiempo; especialmente para el Señor no sabemos, o a veces no queremos, encontrarlo. Pues bien, Dios tiene tiempo para nosotros. Esto es lo primero que el inicio de un año litúrgico nos hace redescubrir con una admiración siempre nueva. Sí, Dios nos da su tiempo, pues ha entrado en la historia con su palabra y con sus obras de salvación, para abrirla a lo eterno, para convertirla en historia de alianza”. (Benedicto XVI, 30-11-2008)


   Recordemos que el recorrido comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer Tiempo Ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo Tiempo Ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey.

   La Madre Iglesia nos invita a lo largo de 52 semanas que comprende cada año litúrgico, a renovar la fe cristiana meditando, celebrando y actualizando los misterios de la vida de Cristo, (nacimiento, muerte y resurrección). En este ciclo también honramos a María, nuestra madre y a todos los santos. 

   El Catecismo lo describe así: “El tiempo litúrgico se revela así como el tiempo de la Iglesia, colocado entre la Pascua histórica y la venida del Señor al final de los tiempos. El misterio de Cristo, atravesando el tiempo, hace nuevas todas las cosas. Por lo que cada vez que hacemos fiesta, recibimos la gracias que nos renueva y nos transforma”.  (cf. CEC, 1164).
3…2…1… ¡Adviento!

   Sublime, sencillo y original así es el Adviento, tiempo litúrgico que nos invita a profundizar en la oración y sobre todo en la meditación de la obra salvadora de Dios, plasmada desde la Anunciación, encarnación y nacimiento de Jesús. Por eso las celebraciones litúrgicas en el Adviento tienen un triple significado de recuerdo, presencia y espera.


   “El adviento de cada año nos recuerda que la gracia, es decir, la voluntad de Dios para salvar al hombre, es más poderosa que el pecado”.  (San Juan Pablo II; Meditación: 20-12-1978).


   El tiempo de Adviento no es un tiempo penitencial como la Cuaresma, porque tiene una doble característica es tiempo de preparación a la solemnidad de Navidad, en la cual se recuerda la primera venida del Hijo de Dios entre los hombres y contemporáneamente es el tiempo en el cual, también nos preparamos para la segunda venida de Jesucristo, la escatológica, al final de los tiempos, como lo describe el Papa Francisco: 

   “En definitiva, el Adviento viene para introducirnos en una dimensión más bella y más grande”…es una invitación a la vigilancia, porque no sabiendo cuando vendrá Él, se necesita estar siempre preparados… La primera visita ocurrió con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén; la segunda en el presente: el Señor nos visita continuamente, cada día, camina a nuestro lado y es una experiencia de consuelo; y al final será la última, que profesamos todos cada vez que recitamos el Credo: ‘Dios vendrá de nuevo en la gloria para juzgar a los vivos y a los muertos”. (Ángelus: 27-11-2016)

   Por lo tanto vivamos con intensidad el nuevo año litúrgico con el tiempo de ADVIENTO no dejemos que lo opaquen otras cosas pasajeras y superficiales, acerquémonos más bien al Evangelio, a la Eucaristía y a todos aquellas actividades y símbolos que nos ayudarán a vivirlo de una mejor manera, como lo son la Corona de Adviento, novenas, las posadas o novenas navideñas,  Belén o pesebres, todo esto impregnado con la riqueza cultural y tradicional de cada ciudad o país. 

   “¿Cómo prepararnos para abrir el corazón al Señor que viene? La actitud espiritual de la espera vigilante y orante sigue siendo la característica fundamental del cristiano en este tiempo de Adviento. Es la actitud que adoptaron los protagonistas de entonces: Zacarías e Isabel, los pastores, los Magos, el pueblo sencillo y humilde, pero, sobre todo, la espera de María y de José”. (Papa Benedicto XVI; 20-12-2006)

  Cantemos con gozo y esperanza: “Ven, ven Señor no tardes, ven que te esperamos. Ven, ven Señor no tardes, ven pronto Señor”. Sin olvidar que estamos llamados a preparar las nuevas sendas en el camino ya trazado por nuestro Salvador, en el cual todos somos peregrinos y hermanos.


“Preparemos los caminos ya se acerca el Salvador  y salgamos, peregrinos, al encuentro del Señor.
Ven, Señor, a libertarnos, ven, a tu pueblo a redimir; purifica nuestras vidas y no tardes en venir.
El rocío de los cielos sobre el mundo va a caer, el Mesías prometido, hecho niño, va a nacer.
De los montes la dulzura, de los ríos leche y miel, de la noche será aurora la venida de Emmanuel.
Te esperamos anhelantes ya sabemos que vendrás; deseamos ver tu rostro y que vengas a reinar.
Consolaos y alegraos, desterrados de Sion, que ya viene, ya está cerca, Él es nuestra salvación.

(Tomado de la Liturgia de las Horas, Tiempo de Adviento)



Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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