Aprovechando la etapa final del tiempo
litúrgico de la Navidad, la invitación es clara y contundente; Vamos
a Belén! Vamos para contemplar y
adorar al Niño Dios en la Fiesta de la Epifanía.
Es la Fiesta de la Luz, la Fiesta de una
nueva manifestación de un Dios que se encarna y que se revela al mundo.
En Navidad fue la primera manifestación
divina cuando el esplendor del Emmanuel iluminó la oscuridad del mundo y el
gozo se propagó con el anuncio de los ángeles. Ahora con la visita de los Magos
al Niño Jesús, celebramos que Dios se manifiesta a otras culturas, razas y
creencias.
Como afirma San Casimiro;
“Festejar la Epifanía es celebrar el regalo, el don que Dios nos envía que es su hijo, quien viene a esta tierra para salvarnos”.
De tal manera que todo hombre y mujer de
buena voluntad deben caminar, guiados como los Magos por la estrella de la fe,
para ponerse en camino o seguir avanzando al encuentro de nuestro Salvador.
Vamos a Belén para celebrar
la Epifanía reconociendo al Señor que hoy
en día nos espera en el pesebre de nuestro hogar, puesto de trabajo, centro de
estudio, grupo de apostolado o vecindad. .

“Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al Niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. (Mt 2, 10-12)
Vamos a Belén, porque Dios revela a su Hijo
a todos los pueblos, Jesús no es sólo el Mesías de Israel, es la Luz que
ilumina caminos nuevos para toda la humanidad y por lo tanto en esta Fiesta de
la Epifanía, que Dios nos conceda fe,
valentía y esperanza como a los Magos, para avanzar en su camino de verdad y
vida.
Jesús
manifiesta su divinidad al nacer y ante los Magos de Oriente, hoy nos
corresponde a nosotros asimilar esa verdad de amor para testimoniarla y
compartirla y postrados ante el Rey de Reyes, también ofrecerle nuestros
mejores tesoros:
“A los pies de Jesús Niño, en el día de la Epifanía, ante un Rey sin señales exteriores de realeza, podéis decirle Señor quita la soberbia de mi vida, quebranta mi amor propio este querer afirmarme yo e imponerme a los demás. Haz que el fundamento de mi personalidad sea la identificación contigo”. (San Josemaría Escrivá de Balaguer; Es Cristo que pasa; Cap. 4, #31).
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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