Mi
antiguo maestro y rector del seminario, Monseñor Jesús Enrique Hernández (el
padre Chulique), me sugirió que escriba unas breves reflexiones sobre las 7
Palabras de Jesucristo en la cruz y las comparta con él y con mis amigos en las
redes sociales.
Dado que la sugerencia de un maestro es una orden, me apresuro a hacer la tarea
no sea que venga yo a no cumplir con su encargo porque me ganen la pereza intelectual,
el poco tiempo disponible y los muchos compromisos de estos días. Conociendo
que es una labor complicada para quien tiene poca erudición, pongo manos a la
obra sobre un tema del que han escrito y reflexionado tantos sabios y santos
que inspira temor abordarlo desde la poca monta de mis posibilidades, mas como
lo mandado es obligación hago estas onsideraciones introductorias para dibujar
el tono del lápiz que usaré para escribirlas y, a la vez, darles un marco
referencial.
Dios
se comunica, habla y hay que escucharle. Yahvé Dios se expresa y espera ser escuchado: Shemá Israel (Escucha, Israel) nos recuerda Dt 5,1 entre una larga lista
de textos en los que el Señor exige ser escuchado; en algunos, incluso, pareciera
rogar y sentir dolor por el hecho de no ser escuchado, como en el Salmo 81,13 “si mi pueblo tan sólo me escuchara”.
En la Carta a los Romanos se encuentra que “la fe entra por el oído” (Rm 10, 8.17) y en la Carta a los Hebreos se señala que “Dios nos ha hablado de múltiples formas a lo largo de la historia” (Hb 1,1); pero que hoy, de modo definitivo nos ha hablado por su propio Hijo (Hb 1,6).
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en su No. 66 en concordancia con la
Constitución Dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II, enseña que:
"La economía cristiana, como alianza nueva y definitiva, nunca
pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa
manifestación de nuestro Señor Jesucristo" (DV4). Sin embargo, aunque la
Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la
fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los
siglos.
En otras palabras, Dios nos ha hablado definitivamente en Cristo y es en él en quien debemos escucharle.
En otras palabras, Dios nos ha hablado definitivamente en Cristo y es en él en quien debemos escucharle.
Para
escuchar al Padre en Cristo hay que abrir el oído y “no endurecer el corazón”
(sal 94), porque él tiene su propio lenguaje, que es uno dirigido al corazón:
El lenguaje de Jesucristo es la acción, su palabra es actuación, realización.
Él mismo es la Palabra de Dios que existía desde siempre (Jn 1,1), y que se ha
encarnado, no es una idea etérea sino una persona concreta, una realidad
palpable en sí mismo.
Las acciones de Cristo son su palabra, por eso cuando predica hace lo que está enseñando.

En
el diálogo del Padre con su pueblo la Pasión, Muerte de Cristo en la Cruz y su
Resurrección son el más grande código lingüístico y la más estruendosa Palabra
de Dios a la humanidad, pronunciada en el sufrimiento, el silencio y la humildad
del cordero que se inmola. El sufrimiento redentor del Hijo unigénito es la Palabra
más clara y elocuente que Dios ha pronunciado.
Desde la cruz el Padre nos habla en su Hijo Jesucristo, por ello no se puede escuchar a Dios sino en Jesucristo, a quien nosotros predicamos crucificado dirá San Pablo (1Co 1,23). Escuchar a Cristo en la cruz es la tarea obligatoria de quien en verdad quiere escuchar a Dios, porque en sus gestos, en su obra y en su Palabra Jesucristo nos transmite la voluntad del Padre, porque él no hace otra cosa que comunicarnos al Padre, como lo canta la liturgia en la doxología eucarística “por Cristo, con él y en él”

Así, cuando el Señor pide al Padre que nos perdone, él mismo ya nos ha perdonado, al manifestar tener sed ya prefigura el agua que brotará de su costado traspasado, al saber que todo ha sido cumplido, experimentando la más absoluta soledad , entrega su espíritu al Padre dejándonos a María como Madre y la promesa del paraíso concedido a un ladrón arrepentido.
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