La exigencia y sobriedad del tiempo de
Cuaresma, también se reviste del amor maternal
y sublime de María Santísima, con su catequesis del silencio,
perseverante, discreta pero llena de gracia, así nos acompaña la Bella Dama en
el camino hacia la Pascua.
Asimismo a propósito del Día Internacional
de la Mujer y ya encaminados en Cuaresma, que mejor manera de reflexionar sobre
el valor de la mujer actualmente de cara a María Santísima, no como un
personaje emblemático que participa en la Pasión dolorosa de su Hijo Jesús,
sino como modelo a seguir por muchas de sus virtudes.
En una sociedad donde la Mujer, en la mayoría
de los casos avanza sigilosamente alcanzando metas a base de esfuerzo,
inteligencia y constancia, también es necesario ahondar en aquellos casos donde
muchas féminas obviando la fe católica, sólo exigen derechos de libertad para
decidir sobre su cuerpo, olvidando ante todo que fueron creadas a imagen de
Dios (Gn 1:27), con un valor único e incalculable, por ser portadoras de vida y
por ser "capaz de conocer y amar a su Creador". (GS 12,3).
Tal y como lo asumió ejemplarmente María,
desde aquel bienaventurado momento de la Anunciación (Lc 1,26-38), incluyendo la profecía del anciano Simeón y
así a medida que crecía Jesús, ella
también recorrió emblemáticamente un camino cuaresmal con su entrega de
renuncias, servicio, compromiso, hasta el punto de ser la “Madre Dolorosa”, que
Dios asoció a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión y Muerte.
"Con María inicia la vida terrena de Jesús, y con ella comienzan también los primeros pasos de la Iglesia. (…) Ella siguió con discreción todo el camino de su Hijo durante la vida pública hasta los pies de la cruz, y ahora acompaña, con una oración silenciosa, el camino de la Iglesia". (Benedicto XVI; 14-03-2012; Audiencia General)
Quien mejor que María para guiarnos ante todo
como Madre y modelo de creyente que medita y escucha la Palabra de Dios (Lc
11,28), y precisamente en Cuaresma
también es tiempo oportuno, para crecer en nuestro amor filial con la mujer que al pie de la Cruz, nos
entregó a su Hijo y se entregó a sí misma, por nuestra salvación.
Como un reflejo del testimonio mariano
debemos practicar sobre todo en el camino cuaresmal, la actitud de María siempre atenta y
dispuesta aceptar la voluntad del Padre,
ofrendando lo mejor de nosotros mismos de cara al hermano necesitado,
aferrándonos con fe y serenidad a los planes que Dios disponga en nuestra vida, para ello perseverando en la
oración y meditando las Sagradas
Escrituras, de donde brotará la fortaleza para mantenerse firme ante las
dificultades, así como María pudo mantenerse firme a los pies de la Cruz y al
tomar en sus brazos el cadáver de su Hijo Jesús.
En palabras de San Juan Pablo II: “Que en este exigente camino espiritual nos apoye la Virgen, Madre de Dios. Que nos haga dóciles a la escucha de la palabra de Dios, que nos empuja a la conversión personal y a la fraterna reconciliación. Que María nos guíe hacia el encuentro con Cristo en el misterio pascual de su muerte y resurrección.” (Juan Pablo II, Ángelus: 22-02-2004)
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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