A pocos días de vivir una nueva Semana Santa
vale la pena evaluar el camino recorrido, si es más de lo mismo o si al
contrario las prácticas cuaresmales, nos han renovado la vida y purificado nuestro corazón.
Próximos a renovar nuestra fe cristiana
católica en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, reflexionemos de modo
particular como está nuestra fe, si
nuestros sentimientos han cambiado o son los mismos en esta Cuaresma.
En un Himno de la Liturgia de las Horas, se
nos recuerda que tenemos un corazón que no duerme, que late segundo a segundo
con intensidad para purificar la sangre
y mantenernos vivos, muy activos, llevando la batuta del funcionamiento general
del cuerpo humano.
Pero en el plano espiritual el corazón
simboliza el centro de la persona, el núcleo de su conciencia y vida social, es decir su vida interior y sentimental
porque Dios habla al corazón del hombre y es allí donde tiene sus raíces la
vida religiosa y moral.
De tal manera que cada año cuando la Iglesia
nos ofrece el tiempo de Cuaresma, debemos
aprovecharlo para redimir los pecados, renovar nuestra fe en Cristo Jesús de
cara a su Pasión, Muerte y Resurrección, pero también de cara a los frutos de
nuestra conversión personal y de las necesidades del prójimo.
“En Cristo se proclama y se ofrece a los creyentes el amor ilimitado del Padre celestial a todo hombre”. Oremos para que los corazones se dispongan al diálogo con Dios. Él tiene para cada uno una palabra especial de perdón y salvación. Que cada corazón se abra a la escucha de Dios, para redescubrir en su palabra las razones de la esperanza que no defrauda”. Amén. (San Juan Pablo II; 25-02-1988)
De camino a la Pascua, preparemos
nuestro corazón renunciando a todo aquello que nos encadena al pecado, para
renovarse interiormente haciendo el bien y exclamando como el salmista: «Crea
en mí, Señor, un corazón puro renuévame por dentro con
espíritu firme» (Sal 50,12)
En palabras de Jesús tenemos que limpiar
nuestro corazón de las malas intenciones, del pecado y vicios, porque sólo purificando
nuestro corazón, es como destruiremos todo lo que impide que recibamos las
bendiciones y gracias de Papa Dios.
“Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre". (Mc 7,19-23)
Es un desafío que debemos aceptar, pero que
no podemos afrontar solos, porque sólo Dios conoce lo que hay en nuestro
corazón y es el experto en quitar los obstáculos, principalmente a través de la
oración diaria, los sacramentos, leyendo y meditando las sagradas escrituras y realizando
obras de caridad.
“El corazón bueno es siempre fuerte; sufre pero oculta sus lágrimas, y se consuela sacrificándose por el prójimo y por Dios”. (Santo Padre Pío)

“¿Qué hace a un hombre puro? ¿Cuál es la verdadera fuerza para la purificación? ¿Cómo alcanzamos la limpieza del corazón?, Que el Señor nos conceda su ‘limpieza de corazón’ a través de la Verdad, que viene de Dios: esta es la fuerza de la purificación”. (Homilía: 30-08-2015)
Lcda.
María Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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