domingo, 3 de junio de 2018

LA FIESTA DE COMUNIÓN

    La comunión se fundamenta en el amor. El amor no se entiende sin una interrelación íntima de personas que conviven, comparten y participan de intereses comunes, manteniendo intacta la identidad de cada persona. Donde cada una se valora y sabe que sus valores lo pueden utilizar para el servicio de todos. Nos necesitamos entre sí.

    El amor es comunión de de vidas que se entregan a los demás en servicio del bien. Así es Dios, Trinidad santa.  Así creó el mundo en armonía que revela su belleza y bondad. Y, en este mundo creó al ser humano en el amor y la libertad, en la triple vocación de relación comunional, con el Absurdo, con los hermanos y con las demás criaturas.

    Convivimos con Dios. Nuestra fuente de existencia es la comunión con nuestro Creador. Lo humano y lo divino nos construye en la gracia y la bondad. Esta relación comunional con Dios es de hijos y Padre. Por eso, la comunión interhumana es fraternidad y tiene su mayor expresión en el Padre amante con su Hijo amado, Jesucristo.

    Esta comunión de Dios y la humanidad tiene su lenguaje, se expresa en signos sacramentales que esconde y a la vez revela el misterio de amor. En los Sacramentos Dios comunica su gracia y nos permite encontrarlo. Así Dios viene a nuestro encuentro y entra a vivir en nuestros, nos a salir para recibirlo en comunión.

    En la historia de la salvación, el Hijo se encarna y se hace comunión con la humanidad. Lo eterno y lo histórico, lo divino y lo humano, conviven en la persona de Jesucristo. Desde entonces, el mundo y la humanidad están colmados de Dios. Todo nos habla de un Dios que nos ama y nos quiere unidos en comunión de amor. El Padre viene a comulgar con nosotros por el Hijo, en el Espíritu Santo, vínculo de amor.

    Y, para que este encuentro comunional se viva en cada momento de la historia, nos ha regalado la gracia por medio de los sacramentos. Así llega a nuestro corazón y lo transforma. Cada uno de los sacramentos enriquece nuestra relación con la Trinidad.

   

Ahí contemplamos el extraordinario valor de la Eucaristía, el Sacramento de nuestra fe, el Santísimo Sacramento. Ésta es la manera como el Señor ha querido hacerse presente y permanecer en comunión con nuestros. Dice Pablo VI que

 "tal presencia se llama real no por exclusión, como si las otras (presencias) no fueran reales, sino por excelencia, ya que es substancial, porque mediante ella, ciertamente se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero e íntegro" (Mysterium fidei).

P. Andrés Bravo

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