domingo, 3 de junio de 2018

Obra y don de Cristo


   Cada jueves o domingo después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, para honrar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

   La Eucaristía es obra y don de Cristo, que sale a nuestro encuentro y nos alimenta con su Palabra y con su vida, como ofrenda de amor por nuestra salvación.
   Como alimento eucarístico, el sagrario que más anhela Jesús es un corazón de carne y hueso, para ser comulgado con devoción y amor, para hacerse uno en el alma de cada creyente.

   “En resumen, la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: "Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar". (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses 4, 18, 5). (Catecismo: #1327)

    La Eucaristía es la memoria de un Cristo que entregó su vida libremente, para salvar a la humanidad y para poder celebrar la eucaristía con dignidad cristiana, debemos sentirnos reconciliados con Dios y con todos los hombres:

   “Quien reconoce a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es extranjero, que está desnudo, enfermo o en la cárcel; y está atento a cada persona, se compromete, de forma concreta, a favor de todos aquellos que padecen necesidad. Del don de amor de Cristo proviene, por tanto, nuestra responsabilidad especial de cristianos en la construcción de una sociedad solidaria, justa y fraterna”.  (Benedicto XVI; Homilía 23-6-2011).

    La Eucaristía es la comida y la bebida que transforma la vida del creyente y  es la máxima expresión del Amor  de Jesús, su obra y don de redención. 

   “La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, “no se conoce por los sentidos, dice Santo Tomas, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios”. (Catecismo, #1381)

   En la festividad del Corpus Christi, no solamente celebramos la Eucaristía; al salir Jesús en procesión por las calles, también expresamos el valor de su sacrificio por su presencia real en la Eucaristía, por la salvación del mundo entero y el cumplimiento de su promesa de estar con nosotros, “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).

   Por lo tanto al adorar a Cristo en el Sagrario, nos ejercitarnos en el silencio, la meditación, la alabanza, la contemplación  y sobre todo en la oración, porque en la oración “el amor es el que habla”, como dijo Santa Teresa.



   Por eso cada vez que adoramos, entramos en íntima relación con Jesús, Dios y Hombre  presente  verdaderamente en el santísimo sacramento. Así también reparamos nuestros pecados y los de la humanidad.
   Jesús nos sigue amando hasta el extremo, hasta el don de su Cuerpo y de su Sangre, aprovechemos la festividad del Corpus Christi para profundizar nuestra fe eucarística. 

   “La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llenos de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo”. Diciendo “Creyendo, esperando y amando, te adoramos”. 

Santo Juan Pablo II



Lcda. María Espina de Duarte
Twitter: @mabelespina

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