En los días previos a la navidad abramos
nuestra fe sobre el horizonte, que nos regala el compromiso cristiano, para así
cambiar todo aquello que en la vida nos impide crecer en santidad.
Aprovechemos la oportunidad que nos brinda el Adviento de orar y celebrar la mayor expresión o manifestación del amor divino hecho carne con el Nacimiento de Jesús, para la salvación dela humanidad.
El pecado no es un obstáculo para alcanzar
este camino de preparación a la Navidad como lo afirmo San Juan Pablo II
“El Adviento de cada año nos recuerda que la gracia, es decir, la voluntad de Dios para salvar al hombre, es más poderosa que el pecado.” (Catequesis, 20-12-1978).
Porque al reconocer nuestras debilidades,
errores y temores avanzamos en la senda de vivir la conversión como parte de
las bendiciones propias de la Navidad y en respuesta al Clamor del Profeta Juan
Bautista cuando dijo “preparen el camino
del Señor, hagan derechas sus sendas.” (Mc. 1, 3).
Recordemos que el Adviento es un tiempo de
gozo pero también de conversión y reflexión espiritual es un camino de
preparación, porque al cantar “Ven Señor Jesús nace en nuestros Corazones”
necesitamos abonar nuestra vida con buenas obras, fe, paz interior, esperanza y
sobre todo amor fraterno.
En
palabras del Papa Francisco:
“Ante
todo, estamos llamados a corregir los efectos producidos por la frialdad y la
indiferencia, abriéndonos a los demás con los mismos sentimientos de Jesús, es
decir, con la cordialidad y la atención fraterna que se hace cargo de las
necesidades del prójimo” (Ángelus
09-12-2018)
Lcda. María Espina de
Duarte
Twitter: @mabelespina
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