Nuestro camino hacia
Belén pasa por dejar a un lado el pecado, la violencia, la injusticia y la
desesperanza que abundan en la humanidad. Nos corresponde anunciar
testimoniando que Dios se hace hombre para sumar alegría y multiplicar la paz,
a todos sus Hijos de buena voluntad.
Porque la alegría y
la paz verdadera no están en la abundancia de bienes materiales o riquezas,
sino en el compartir sincero y fraterno de lo que somos
ante Dios y ante el prójimo.
Que la exhortación
de San Pablo, “Hermanos, míos Alégrense siempre en el Señor, se los repito
¡Alégrense!… El Señor está cerca”. (Flp. 4, 4-6), forme parte de nuestra
preparación para vivir la Navidad, de cara a las exigencias propias del
Evangelio.
Además el Señor
siempre está cerca de nosotros y nos visita cada día con la fuerza de su
palabra y con la gracia de los sacramentos.
También invoquemos a
María, “Causa de nuestra alegría”, ella
como Reina y Madre de la Iglesia, nos enseña
como creer celebrar y compartir las promesas de Dios, para nuestra salvación.
(Lc. 1, 46-56)
A medida que se
aproxima la Navidad recordemos pese a las dificultades y problemas, multiplicar
la paz como don precioso de Dios, sumando la alegría de las buenas obras.
“Se nos exhorta a que nuestra alegría, según Dios y según el cumplimiento de sus mandatos, se acrecienta cada día más y más. Pues cuanto nos esforcemos en este mundo por vivir entregados al cumplimiento de los mandamientos divinos, tanto más felices seremos en la otra vida y tanto mayor será nuestra gloria ante Dios.(San Ambrosio, Tratado sobre la carta a los Flp. 1)
Lcda. María Espina de
Duarte
Twitter: @mabelespina
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