Cuando era pequeño, a pesar de que en mi casa eran
comunistas, yo siempre montaba el nacimiento. La verdad sea dicha, nunca
he visto a un ateo que fuera más creyente en la Navidad y en el Niño
Jesús, que Aquiles Nazoa, mi padre.
Hacíamos las casitas de cartulina y de corcho. Las figuritas con arcilla
y las ovejas de algodón. A veces, también fabricábamos un laguito con
agua, en donde flotaban unos absurdos paticos de plástico.
Y ustedes se estarán preguntando: ¿y por qué un humorista
escribe esto en una página de opinión? La respuesta es que, hacer un
nacimiento, además de ser algo bonito y familiar, es metafórico dada la
desproporción: las figuras, las casas, las ovejas y los reyes magos,
casi nunca son del mismo tamaño y sin embargo, se ven felices. Las
ovejas casi siempre son más grandes que los pastores y las casitas son
del tamaño de los paticos que flotan en el lago.
Los reyes magos siempre andan lejísimo y hay algo de lo que
casi nadie se da cuenta: en Belén, no había ni hay cerros, sin embargo,
el niño nace en un pesebre que a todos se nos ocurre que está en lo alto
de una cima.
¡Qué bonitos son los
nacimientos! Con sus incongruencias arquitectónicas, sus
desproporcionadas figuras y su estrella de aluminio. Ellos son un
reflejo de los seres humanos y de la imperfección en la que vivimos. De
hecho, cuando veo nacimientos absolutamente ordenaditos y coherentes, no
me gustan.
Nuestros niños merecen una
Navidad llena de sueños. Vamos a reírnos y a gozar con nuestros hijos.
Este año, a pesar de la debacle en la que vivimos, hagamos un
nacimiento. Hagámoslo por ellos y con ellos. Puede ser con periódico
pintado de verde, con lluvia de aserrín, con un diluvio de escarcha y
con una estrella de papel aluminio.
Tenemos que seguir creyendo en el Niño Jesús. Él es el hijo de Dios,
pero no olvidemos que nosotros también lo somos.
Jesús nos enseñó que a pesar de las circunstancias, mientras sigamos
vivos, jamás debemos dejarnos arropar por la indiferencia, la
indolencia o la desesperanza. Desde que nació, todo conspiraba en su
contra. Jesús fue un preso político del imperio romano que lo humilló,
torturó y crucificó, pero… él triunfó.
Hagamos nacimientos como los que hacíamos en nuestra infancia. No
importa como salgan porque siempre simbolizan la renovación de la vida
que nos rodea. Es un ideal mágico y por ese sólo hecho, es bonito y
esperanzador.
Hagamos nacimientos, porque en ellos, todos los días, nace un hombre bueno.
@claudionazoa
No hay comentarios:
Publicar un comentario