En
armonía con la creación y durante nuestra vida terrenal contamos con el
privilegio de tener unos compañeros excepcionales: Los Ángeles de Dios.
Como
nos dice el Catecismo de la Iglesia
Católica: “Desde la infancia hasta la muerte la vida humana está rodeada de su
custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector
y pastor para conducirlo a la vida” (#336).
Ellos
nos superan en perfección y según recomienda San Bernardo: “El hombre debe manifestar
a los ángeles respecto, gratitud y confianza”. De tal manera que
valoremos y aprovechemos en su justa medida la ayuda y protección angelical.
Porque
los ángeles ante todo son los principales servidores y mensajeros de Dios como
dijo Jesús “ellos contemplan continuamente su rostro y están siempre a sus
órdenes” (Mt. 18, 10) y (Salmo 103, 20).
El
fundamento de la importancia de la presencia de los ángeles en la historia de
la salvación surge en la propia Sagrada Escritura, en diversas narraciones del
Antiguo y Nuevo Testamento vemos que estas “Criaturas Espirituales, inmortales con
inteligencia y voluntad” (#330). Son siempre portadores de Buenas
Nuevas.
De
ahora en adelante asumamos la compañía y ayuda angelical “Como verdad de fe y Bendición de
Dios”.
Para
cantar con el Salmista “Te doy gracias Señor de todo corazón, pues
oíste la palabras de mi boca. Canto para ti en presencia de los ángeles y me
postro ante tu Templo Santo”. (Salmo 138, 1).
Lcda. María
Isabel Espina de Duarte
Twitter:
@mabelespina
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